El amor, con etiquetas.
No es un nuevo decir que “el amor”, en el transcurso del siglo XXI, ha tomado en las sociedades modernas un rumbo completamente diferente al que seguían los compromisos tradicionales. Tampoco es nuevo el decir que el “amor” (en comillas, pues deberíamos definir qué es amor) se transformó en una mercancía más en el momento que fue acaparado por el “espectáculo”. Cuando Guy Debord (filósofo situacionista) escribía en los 60’ que “el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes” [1] , no creo que haya imaginado que las mismas personas fuesen las que configurasen su propia imagen para utilizarla como un medio de relacionarse socialmente o, por lo menos, no con la misma eficiencia con la que hoy lo hacemos. Y es que, en su gran mayoría, las webs y apps de citas por internet son fundamentalmente eso: la mercantilización del amor, la cosificación de nuestra imagen como individuos. Y, parafraseando a Bauman, las relaciones t...