Eclesiastés y el sentido de la vida.
"Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. /
Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo" (Eclesiastés 3;19-3;20)
El Eclesiastés resulta un libro peculiar entre el corpus de "La Biblia". Un hombre (cuya identidad es motivo de discución actualmente), el "Predicador", "rey de Jerusalén", nos viene plantear unas reflexiones existenciales que penetrarían en cualquier persona que lea esta obra; nos viene a plantear esas grandes preguntas que, posiblemente, sean universales y sean planteadas por cada uno de los hombres y mujeres que hayan salido de la temprana infancia: ¿Qué sentido tiene la "vida"?, ¿para qué hacemos lo que hacemos, ante la inminencia de la muerte?
El libro tiene pasajes contradictorios, y es en esta contradicción donde se despierta mi curiosidad por el texto. Así, el trabajo aparece como "aflicción de espíritu", pero no hay cosa mejor que alegrarse en el trabajo; saber mucho es molesto, y añadir ciencia es añadir "dolor", pero a su vez la sabiduría "sobrepasa a la necedad"; el predicador aborrece la vida, pero luego afirma que es mejor ser "perro vivo que león muerto", pues el que vive sabe que ha de morir, mientras que el muerto, nada sabe, y su memoria es puesta en el olvido.
Hay un doble mensaje que se despliega a lo largo de todo el escrito: Por un lado, uno de desesperación, de desilusión y amargura, producto del enfrentamiento con la finitud de la vida, con la consciencia de la muerte, que aquí no aparece como promesa segura de una vida posterior en el cielo o en el infierno. De hecho, menciona Eclesiastés el "Seol", un lugar oscuro al que irían los muertos, sin distinguir si ha sido bueno, pecador, sabio, hombre o animal. ¿Para qué, nos dice, tanta fatiga, posesiones, riquezas, sacrificios y sufrimientos, si al final espera lo mismo a todos? Todo es "vanidad", palabra que en latín viene de vanus, es decir, lo vacío, lo hueco. Todo es vanidad, pues, todo es vacío, todo es hueco abajo del sol y todos, trabajen o no trabajen, gocen o no gocen, sean sabios o no, sean ricos o pobres, todos tienen el mismo destino. Y si acaso queda la esperanza de trascender a través de las buenas obras, como el padre que sede sus posesiones al hijo, o como el científico que deja sus descubrimientos para la posteridad, todo, en el fondo, se pierde en la infinitud del tiempo; es solo un hueco que no puede ser llenado.
El vacío aparece como una metáfora de la muerte; como un "estar-muerto-en-vida", un desaprovechar la vida en hacer cosas que son huecas,
en trabajar, en estudiar, en poseer y en dominar, pero sin ser
consciente de la propia finitud; dando por falso el hecho de que uno va a
morir, embebiéndose de lo transitorio, de lo que se perderá. Así, con palabras duras, dice el
predicador que "Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere
muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se
sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo
es mejor que él" (6;3), pues más reposa este que aquel.
Pero hay otro mensaje, más alentador, que a pesar de las reflexiones pesimistas, alienta al predicador. "No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo.[...]" (2;24). Es la alegría lo que nos salva de la vanidad de la vida; alegría que no aparece como el simple goce, o como la posesión de bienes. Esto lo entendemos cuando leemos, luego: "Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia" (5;12), porque el mucho tener es también vanidad, es decir, no garantiza llenar el vacío constituyente de todo ser, según la lectura que aquí le damos al texto.
La compañía aparece también como un valor positivo en contra del vacío. Dos son mejores que uno, "Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante" (4;10). Dos pueden calentarse cuando haga frío, y "cordón de tres dobleces no se rompe pronto". Nuevamente, se vuelve a mencionar el valor que hay en vivir, cuando este menciona: "He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte." (5;18). Dios aparece como el dador de la vida, y el hombre, tomando su parte, ha de gozar de esta en tanto le sea posible. Si ha de fatigarse, lo hará en vistas de su bienestar, y la misma fatiga no debería procurarle sufrimiento alguno. Aparece así un cansancio positivo, a diferencia de un cansancio negativo. El primero, con sentido; el segundo, sin sentido.
Si bien el texto toca algunas temáticas más, como el tiempo, las injusticias, la sabiduría y consejos para la juventud, me pareció que esta lectura del texto, más "laica" si se quiere, menos dogmática, sería más cercana a quienes nunca se han aproximado a una lectura de la biblia. Para mi sorpresa, el Eclesiastés se me apareció como un texto con un sabor a existencialismo, si bien aparece como tópico en un momento el temor a Dios como mandato que el "Predicador" le manda a sus lectores. Pero más allá de esto, el texto invita a reflexionar sobre lo cotidiano, sobre lo mundano del hacer humano. El tema por el sentido de la vida, tan propio de cada individuo, es un tema que se plantea hoy, en un mundo repleto de información que de alguna forma intoxica al individuo precipitando a la ansiedad de quienes sin saber cómo solucionar sus problemas más vitales (trabajo, vivienda, salud, alimento...) son conscientes de problemas aún mayores que acontecen al rededor de todo el mundo, y todo viéndolo a través de una pantalla.
Sin lugar a dudas, pensar en lo vano de ciertas conductas del hacer humano es un comienzo para la propia reflexión de un problema que, reitero, compete a cada individuo particular de la humanidad, por más que algunos lo tengan (o crean tenerlo) resuelto.
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