Ignorancia, medida de todas las cosas.

Hércules en la encrucijada. Fuente: Wikipedia

 

     Giambattista Vico (1668-1744), jurista, retórico y filósofo no tan popular de la modernidad, estableciendo sus elementos para una "ciencia nueva", nos escribe que el hombre, "por la indefinida naturaleza de la mente humana, cuando ésta se sumerge en la ignorancia hace de sí mismo la regla del universo" (1). Para el autor es la razón por la cual las civilizaciones antiguas, como la griega, la egipcia o la romana, tenían una tendencia a dotar de vida a lo que estaba muerto, o mejor dicho, dotar de anima a lo inanimado, cuando la naturaleza se les imponía por encima de sus actividades cotidianas. El antropomorfismo, así, tenía su causa en esta naturaleza indefinida de la mente humana, y el hombre, por necesidad, se vería obligado en el principio a hablar con metáforas, como si fuese naturalmente y sin quererlo un poeta, intentando dotar de nombre todo aquello que no lo tenía.

        Algo así también sostuvo Spinoza, filósofo más conocido (1632-1677) en su Ética, cuando en su empresa por definir la naturaleza de Dios en tanto única substancia, nos habla en su apéndice a la primera parte de la obra, de un prejuicio muy común de los hombres en su época: Para Spinoza, los hombres yerran al pensar que «todas las cosas de la naturaleza actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin [...]»(2). No está de más retomar esta opinión en el siglo XXI, mucho menos en este 2021, todavía golpeados los ciudadanos del mundo por una pandemia que ha dejado a muchos estados nacionales con pérdidas humanas, colapsos en los sistemas sanitarios y problemáticas económicas como consecuencia directa o indirecta de la propagación del virus. ¿Por qué decimos que no está de más?, porque son muchas las personas que, a raíz de la pandemia, trataron de buscarle un sentido a aquel fenómeno tan inoportuno; porque han sido muchos y muchas los que, buscando respuestas, las hallan remitiéndose a una conciencia universal que castiga y premia como si de un padre se tratase, si sus hijos hacen caso y no molestan. "Dios", "Universo", "Gaia", no importa el rótulo, lo que significa es lo mismo; es esa necesidad de relacionar el acontecer del mundo con un principio que lo explique, lo justifique o ambas. 

        Pero el tema no es moco de pavo. Insistimos y hacemos hincapié en ello no por mero capricho. La creencia en este tipo de entidades paternales, benefactoras o detractoras de la humanidad, tienen consecuencias en el plano de la vida moral y ética de los ciudadanos, incluso podríamos decir, en el psicológico. Tal como dice Spinoza, de tal prejuicio surgen otros tantos, como el del "bien" y el "mal"; el "mérito" y el "pecado"; el "orden" y la "confusión", y entre otras ideas que tejen la manera de estar y conducirse en el mundo, considerando la fuerza que la moral tiene sobre el actuar humano. El filósofo nos ofrece entonces una explicación o, más bien, una razón de ser de ese prejuicio tan aceptado: a. "Todos los hombres nacen ignorantes de las causas de las cosas", y b. "todos los hombres poseen apetito de buscar lo que les es útil" (3). Y luego, una afirmación que sin duda nos puede llevar a polemizar y a debatir interminablemente. Para Spinoza, como consecuencia de lo anterior, el hombre imagina que es libre por el hecho de estar consciente de sus deseos y voliciones, pero justamente esta libertad para el filósofo es una ilusión, porque el hombre no se entera  de las causas que lo predisponen a querer y a desear; además, asevera que todo hombre actúa con vistas a un fin, que tiene que ver con la utilidad, concepto que en Spinoza tiene una connotación especial; pero es por este motivo que buscan conocer las causas finales de las cosas, porque apetecen conocerlas para su propia utilidad.

        El centro de la cuestión es el siguiente: el hombre, que ve en la naturaleza tantos medios para satisfacer sus fines, piensa que alguna entidad los ha puesto en aquel orden para él; pero como nunca ha conocido a esta entidad, de alguna manera la ajusta a lo que él conoce, y la dota de caracteres humanos, incluso poniendosé él mismo en el lugar de "favorito" de esta entidad. El problema es que así como hay ventajas para el hombre en la naturaleza, existen también desventajas variopintas. Plagas, El volcán de La Palma que hizo erupción el 19 de septiembre de este 2021 en la isla española, dejando sin vivienda a muchos isleños, es un ejemplo de ellos, el coronavirus... ¿Qué decir de esa entidad, con respecto a estos fenómenos que azotan a la humanidad? Aquí es cuando Spinoza sentencia:

«Y aunque la experiencia proclamase cada día, y patentizase con infinitos ejemplos, que los beneficios y las desgracias acaecían indistintamente a piadosos y a impíos, no por ello han desistido de su inveterado prejuicio: situar este hecho entre otras cosas desconocidas, cuya utilidad ignoraban (...) les ha sido más fácil que destruir todo aquel edificio y planear otro nuevo» (4).


        Se trata, en resumidas cuentas, de no pensar en las verdaderas causas de los acontecimientos, que tienen que ver con la necesidad de sus causas, y no con la voluntad de un agente. Así continuamos, a veces, como si realmente se tratase de una condición humana, haciendo de nuestra ignorancia la medida de todas las cosas. Con esto no hay que decir tampoco que estamos destinados a ello. Pero si empezar por hacernos conscientes de nuestro no saber, para avanzar con cautela en el conocimiento de las verdaderas causas de las cosas, sin buscar, alarmados, soluciones místicas a problemas terrenos.

 

Notas al pie.

(1) Vico, G. "Sección Segunda: De los elementos" en Principios de Ciencia Nueva, Vol I, trad. J.M. Bermudo. Hyspamerica,  España, Madrid. 1985. p.102

(2) Spinoza, B. Ética demostrada según el orden geométrico. Trad. Vidal Peña, Ediciones Orbis Hyspamerica, 1980, Madrid. p.65

(3) ídem, p.65

(4)ídem, p.66

 

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