La soledad, consideraciones subjetivas.
Fue en 1637 cuando el matemático René Descartes publicó su obra Discurso del método. Allí, su intento por sentar las bases de un sistema de conocimientos ciertos y, por lo tanto, verdaderos, lo lleva a postular que todo saber que provenga o se funde en los sentidos, era falso, pues (uno de los argumentos que esgrime) tanto si soñamos como si estamos despiertos, podemos ver los árboles, oír los pajaros y sentir los dolores que experimentamos en la vigilia. De lo único que podía estar seguro, dice, es de que él pensaba, y porque pensaba existía.
Así fue como Descartes, intentando eliminar el escepticismo, abrió una grieta entre el Mundo y el Hombre; no conocemos más que representaciones de las cosas, y no sabemos si lo que está en el mundo es como lo que conocemos; ni siquiera sabemos si acaso existe algo como "el mundo". De este modo, el sujeto que conoce se encuentra solo, en un diálogo con sus ideas. Descartes no hace este planteo dramático de la cuestión. Su programa, era otro. Pero es por este lugar donde acá lo agarramos, porque la estrategia del matemático para "salvar" al sujeto de este diálogo consigo mismo; para salvarlo de su soledad, el filósofo nos dice que hay un Dios:
«[...], puesto que conocía algunas perfecciones que yo no tenía, no era yo el único ser que existía -...- sino que era preciso, por necesidad, que hubiese algún otro más perfecto, del cual yo dependiese [...]» (1968; p.125)
Dios no solo es el ente del que dependeríamos; Dios es la puerta al mundo. Si no fuese por él, estaríamos destinados al encierro en nuestro propio pensamiento. Teoricamente preocupante, practicamente no tan verosímil, pero si la mejor conclusión a la que podíamos llegar razonando era aquella, cabía al menos la posibilidad de un profundo escepticismo. La tesis cartesiana fue acogida por muchos, atacada por otros. Y en la misma línea, otros pensadores como el abad Berkeley llegan a conclusiones mucho más preocupantes: no podemos decir que el mundo exterior exista, aunque haya Dios. Sin sujeto, no hay nada tal como un Mundo, dirá este.
Los posteriores desarrollos en matemáticas, llevan a esta ciencia a conclusiones que contradicen ciertas ideas de, por ejemplo, la física, como por ejemplo que en el espacio geométrico un segmento puede ser infinitamente divisible (idea que David Hume quizo contrarrestar), mientras que la experiencia nos dice lo contrario. Si el conocimiento de la geometría no podía ser aplicado estrictamente al mundo material, como si este fuese un mundo esencialmente geométrico, nuevamente aparecía el problema del conocimiento de la realidad. Hume, en su Tratado de la Naturaleza Humana, desarrolla incluso una crítica al concepto de causalidad, negando que podamos conocer verdaderamente las causas de los fenómenos que contemplamos, y que lo que denominamos causa es, ni más ni menos, una costumbre de ver repetidas veces los mismos fenómenos contiguos en el espacio y en el tiempo. Otra vez, estabamos encerrados en nuestras representaciones.
Immanuel Kannt nos hace saber que todavía en 1787 «sigue siendo un escándalo de la filosofía y del entendimiento humano en general el tener que aceptar sólo por fe la existencia de las cosas exteriores a nosotros» (2010; B, XL). ¿Por qué algo tan evidente como la existencia de cosas exteriores, constituye un problema "escandaloso"?; ¿no es, acaso,el punto de partida?, ¿por qué buscamos demostrar el afuera; tener una certeza casi "geométrica" de que algo, además de nosotros, existe?
La soledad, como sentimiento de desamparo.
Podemos distinguir artificiosamente la "soledad" del "sentirse solo". Es posible que haya gente que, estando en soledad, no se siente sola a pesar de estarlo. Yo en este momento estoy en mi habitación escribiendo estas líneas, solo, y no me entristezco por ello. Sé que lo que escribo viajará a través de un cable para ser compartido con lectores, lectores que yo supongo están allí. El que se siente solo, en cambio, puede incluso estar acompañado, y aún así no sentirse ligado a nadie ni a nada. Este sentimiento de soledad es, a mi juicio, una suerte de desamparo por parte del sujeto. El sujeto no puede comunicarse con otros, ni tampoco se siente unido a otros con los cuales compartir algo que los una (deporte, arte, trabajo, etc.). Y eso inefable, incomunicable, se siente como una dolorosa espina con la que uno carga solo, pues es uno mismo quien la siente, y no otros. El otro podrá sentir algo similar a lo que yo siento, pero nunca podrá sentir lo mismo que yo. Es el el problema de la conciencia individual, de la subjetividad.
Precisamente, esta "espina" puede ubicarse en el seno de una reflexión sobre la propia muerte. El sujeto, por alguna razón u otra, se hace consciente de su propia muerte; no solo eso. Se hace consciente de que cuando él muera, el mundo seguirá adelante. Y dentro de la irreversibilidad (o eso creemos) del tiempo, con los años su presencia en el mundo habrá sido una simple bocanada de viento. Una suerte de vacío se apodera así del sujeto. Y el vacío resulta una suerte de inefable, algo que no puede comunicarse al resto, porque no puede nombrarse. Esta primera intuición es la que conduce, inevitablemente, a un escepticismo o nihilismo, no en sentido gnoseológico, sino en sentido psicológico, incluso ético. «Si voy a morir, y si seré olvidado, qué puede importarme emborracharme, salir de fiesta, gastarme toda la mosca en tal cosa, etc.».
Según lo anterior, se me ocurre decir que disciplinas como la Teología, que investiga a cerca de lo "divino" (Dios, su existencia y sus cualidades), son intentos teóricos y radicales de demostrar que no estamos solos. Que por más que lo sintamos, reposamos en las manos de un Ser cuya mera existencia dotaría de sentido a la realidad toda, al pasado, al presente, y al futuro; al inicio de la creación, y a la muerte de las creaturas mortales. Lo divino es lo que trasciende al plano corpóreo, y lo que realmente es el Mundo.
Desde el Mundo, hacia más allá de él.
Pero no hay que ser ingenuos y creer que hoy el saber teológico es algo superado; que hoy ya no nos sentimos más solos, porque las ciencias nos descubren campos de la realidad y nos hablan con objetividad de aquellos, es decir, nos hablan de algo, de su estructura y de sus funciones, cosas que están allí, independientemente de que nosotros las consideremos o no, aunque no sean precisamente tal cual las percibimos.
Sin dar muchos rodeos, no debemos olvidar que una institución tan seria como la NASA, ha enviado, en el año 1972, un mensaje al espacio por si alguna forma de vida extraterrestre pudiese encontrarlo. Misión de la que participó el famoso divulgador Carl Sagan (13/08/2021; Clarín.com). El nuevo conocimiento que teníamos sobre los planetas, las estrellas y las galaxias nos ha sumido en un nuevo tipo de soledad. Podríamos decir, en una soledad cósmica. ¿Acaso somos el único planeta con vida?; ¿somos los únicos vivientes en todo el espacio que saben hablar y escribir? Se nos ha revelado que somos muy pequeños en comparación con una gran porción del "universo" conocido, y más con una gran porción del universo sin conocer.
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