El sistema educativo (en general) es y
fue un “target” para la crítica social. Y seguramente lo siga siendo. Las
críticas más famosas suelen sostener ideas tales como que el sistema educativo
es coercitivo; que adoctrina a los estudiantes; que no los forman para los
“trabajos del futuro”; que no trabaja sobre las cualidades potenciales de cada
estudiante e, incluso, llegan a aplacarlas; que solo te enseñan a seguir
ordenes… etc.
La educación es algo que fue mutando. Y
justo por ello debemos tener en cuenta un punto crucial antes de quejarnos de
los sistemas educativos. La educación se configura en función de las
necesidades del Estado y la sociedad. Nunca debemos dejar de tener en cuenta
que el sistema educativo responde en gran medida al aparato Estatal respectivo
del país y, también, a lo que el Estado (o incluso a veces entidades privadas)
exigen en determinado momento. Y para ello brindaré algunos ejemplos.
La educación en respuesta de una
necesidad. [1], [2], [3], [4]
Para empezar este fugaz recorrido a modo
de ilustrar aquello que afirmo (esto es, que la educación responde a algo mayor),
me voy a remontar a aproximadamente al siglo VII-VI antes de Cristo, en Grecia,
particularmente en la antigua Esparta. El caso ampliamente de la agoge
espartana (la educación) es un claro ejemplo. Era una educación garantizada por
el Estado y financiada por el mismo, limitada a aquellos hijos “puros” de
espartanos. Allí recibían su educación desde los 7 años hasta los 20 años de
edad aproximadamente (divididos en grupos por edades), con obligatoriedad. Allí
no solo se enseñaba a leer y a escribir (incluso música), sino que, por sobre
aquellas disciplinas, se adiestraban a futuros soldados. Las prácticas
atléticas eran intensas, junto con el adiestramiento para el combate y el uso
de armas. Y otro principal rasgo era promulgar el compañerismo y la convivencia
junto con los camaradas, con los que se compartirían las luchas. Este sistema
educativo, podemos deducir, responde a una necesidad de preparación bélica
importante, y no es raro pensar en ello en un contexto de constantes disputas
como lo fue la Grecia de los siglos VI y V (e incluso posteriores). Se tienen
también muchos registros de Esparta y de sus soldados, muy prestigiosos durante
los siglos de la Grecia Antigua y no solo reconocidos por su “fuerza”, sino
también por sus estrategias en el combate.
En la Atenas contemporánea a la
educación del agoge en Esparta, la educación no apuntaba de manera tan
explicita a la formación de soldados, sino que allí, y sobre todo durante el
siglo V y IV a.C., se acostumbraba a que sean los filósofos quienes dicten
clases, que apuntaban por lo general al aprendizaje de la retórica con
orientación “política” si se quiere. Se preparaba a los jóvenes para participar
en las diferentes organizaciones estatales democráticas (sistema de gobierno
que nace allí pero que es interrumpido en ocasiones durante el siglo V y luego
desarticulado). Una representación famosa es la de Alejandro Magno siendo
discípulo del famoso Aristóteles. Sin dudas, este tipo de educación era de un
tinte más aristocrático, y su acceso era un poco más restringido (El sistema
espartano recordemos también era muy rígido en cuanto a sus integrantes, que,
como mencioné, solo podrían ser hijos de ciudadanos espartanos).
Entrando a los primeros siglos (y
extendiéndose durante muchos más), la educación occidental particularmente
brindada durante períodos monárquicos europeos, la educación pasa a estar
fuertemente influenciada por la religión, particularmente el catolicismo que
sería incluso un órgano más fuerte que las mismas monarquías y, por tanto, gran
interventor en la vida social y política (así como gran controlador y regidor
de la moral).
Dando un gran salto en el tiempo –zancada
hacia el siglo XX–, y cambiando rotundamente el escenario, nos vamos hacia los
Estados Unidos de Woodrow Willson en su segunda presidencia (1917). Se conoce
mucho del accionar del Comité de Información Pública, mayormente conocido como
“Comisión Creel” por el su principal “líder” de proyecto, George Creel. Este
comité tenía como objetivo fundamental convencer a la población estadounidense
de que era necesaria la participación del país en la primera Guerra Mundial y,
en pocas palabras, de manipular la opinión pública para suscitar el
nacionalismo y el repudio del “enemigo” (la Triple Alianza y sus integrantes,
en especial Alemania). Y si lo cito acá, es porque algo tiene que ver con la
educación, ¿no? Efectivamente, en un interesante artículo escrito por Clayton
Funk (especialista en historia de los medios masivos de comunicación y
propaganda de guerra), se nos habla de la intervención de este organismo en el
sistema educativo, tanto en escuelas primarias y secundarias como inclusive en
la universidad. Exaltar el nacionalismo en niños relatando “heroicas” hazañas
de guerreros (escuela primaria); Implementar un programa para el “ahorro en
tiempos de guerra” para preparar a futuros civiles comprometidos con el
accionar bélico del Estado (escuela secundaria); promulgar en el arte la
propaganda de guerra e incluso incentivar a los estudiantes universitarios para
que sigan carreras relacionadas con la ingeniería (y las mujeres con la
enfermería) ofreciendo estímulos como por ejemplo becas, todas estas eran
medidas que la “Comisión Creel” imponía durante aquel período.
Hace no mucho tiempo pude visitar el
Museo Malvinas e Islas del
Atlántico Sur, en Buenos Aires, Argentina. Allí también yacen exposiciones
relativas a la última dictadura que sufrió el país (1976-1983). Pero yendo al
tema, en una sección del museo yacen copias de comunicados que el gobierno dictatorial
de aquel entonces emitía a los ministerios educativos, donde había ciertas
especificaciones con respecto a los límites de lo que se debía y no se debía
explicar o enseñar. Puntos tales como resaltar el patriotismo, y por sobre
todas las cosas, no promulgar nada relacionado a ideas de índole comunista
eran, de forma acotada, algunas de las exigencias que el Estado le sugería
tanto a la escuela primaria como a la secundaria. Y de la regulación a las
universidades… no voy a sumergirme en el caso.
He tratado de dar acotados ejemplos para
poder resaltar la inherente relación del sistema educativo con el sistema
estatal y las exigencias de turno. Pero ejemplos hay muchos y variados que, si
quieren investigar por cuenta propia, pueden hallar millones, y sobre todo del
siglo pasado (Cuba, la URSS, China durante el maoísmo…).
El sistema educativo, criticado. [5],
[6], [7], [8], [9], [10], [11].
Seamos claros. Cuando se critica al
sistema educativo debemos tener en cuenta que este puede variar dependiendo la
región o el país, por lo tanto, hablar de la “obsolescencia” de este
generalizando no es sensato, más allá de que en todos se puedan encontrar ciertas
pautas en común, claro (siempre hay un profesor o profesores, siempre hay
alumnos…). Por ello hay que tener en cuenta una cantidad considerable de puntos
a la hora de hablar del “sistema educativo”, desde su infraestructura, su
alcance, su acceso, su eficiencia, su garantía y sus objetivos, entre otros
puntos. También surgen algunas inconvenientes a la hora de analizar estos
puntos, pues, ¿cómo mido su eficiencia?, ¿de qué manera evalúo en sí la
“calidad” de la educación?
En un artículo sobre las reformas
educativas en América Latina de la Revista Iberoamericana de Educación (año
2005), la autora dice al respecto:
“...la calidad educativa es una construcción social,
históricamente determinada, cuya concepción obedece a condiciones económicas,
políticas, culturales y sociales determinadas; de ahí que existan visiones que
puedan ser hasta antagónicas a la hora de valorarlas” [5]
De
manera que no existe en sí un acuerdo unánime de lo que sería una educación de calidad
en sus diferentes niveles, por más que intentemos darlo por sentado y
compartamos esa visión con nuestros contemporáneos. No existe esa fórmula
mágica que sumando factores obtiene al fin el producto deseado, hoy no funciona
así y por el momento nunca ha funcionado así, y si continuamos siendo humanos
probablemente nunca sea esa la posibilidad. Lo que ayer fue una educación de
“calidad” hoy puede ser una educación anacrónica. Y lo mismo de hoy para
mañana… Por ello, revisaremos algunos de los puntos más atacados por las
críticas a esta cosa que es una parte y un todo a la vez que conocemos como
“sistema educativo”.
La
memorización: Este es
uno de los ejes de las críticas al sistema educativo. Dos personas dentro de
todo reconocidas que tratan este punto son el escritor Ken Robinson y el
profesor Robert Swartz, y más allá de estas dos figuras existe un amplio número
de personas, desde profesionales hasta no profesionales, que insisten en marcar
este punto. Se trata de afirmar que los sistemas educativos en general basan el
“aprendizaje” a partir de la memorización de conceptos para su posterior
evaluación, lo cual no ayudaría a aprender sino solamente a memorizar conceptos
y a transforman estos en mera superfluidad.
Existen
quienes, como Josef Kraus (presidente de la Federación Alemana de Profesores),
exponen lo contrario. Kraus, en contra de esta tendencia que exagera las ideas
que van en contra del “aprendizaje por memorización”, plantea que es importante
que los jóvenes memoricen y aprendan “hechos”. Para defender esta idea, Kraus arguye
que todo aquello que los jóvenes no aprendan, estarán obligados a creerlo.
La
mecanización: Similar a
la memorización es esta idea por la cual, en la escuela, no se aprende a
resolver problemas, sino que sobre una base de problemas se trabaja una posible
solución reiteradas veces lo que tiende a mecanizar el proceso de resolución.
Esto puede verse mejor aún en asignaturas de las denominadas “ciencias duras”,
como matemáticas o física.
Estandarización
del aprendizaje: Esta,
una de las más recientes quizás, se empeña a señalar el rol coercitivo que el
sistema educativo tiene por sobre la creatividad y los talentos propios de cada
alumno. En síntesis, hay un solo currículo para una cantidad enorme de jóvenes
estudiantes, y en las clases típicas solo un profesor para, aproximadamente,
entre 20 y 30 alumnos. Esto hace que los chicos aprendan cosas que “no les
gustan” o que “no les serán útiles”, porque sus gustos son otros.
Nos
enseñan a obedecer: Otra
crítica muy común es aquella que se manifiesta sumamente en contra del
adoctrinamiento que existe en las clases o en las escuelas. La jerarquía bien
determinada de las escuelas donde, el estudiante, último eslabón por debajo de
los profesores y estos de los directores (y éstos de la entidad educacional
derivada del Estado o de una organización superior), está obligado a hacer lo
que se le dice, a ser “obedientes”.
Ciertamente,
a mi parecer, esta es quizás una de las más indiscutidas, pero al mismo tiempo
creo que después de todo es una micro proyección de la sociedad (no nos
quedemos con esto, vamos a ahondar un poco más al respecto más adelante).
Modalidad
de “calificación”: Otro
punto desdeñado es el de la calificación numérica. Lo que se critica es esta
intención implícita de ponerle un “número” al estudiante y, como consecuencia
de este sistema de puntuación, de poner el “aprobar” por delante del
“aprender”, siendo la primera un objetivo más importante que la segunda.
En
sí el problema de la evaluación es un punto delicado, porque llega un momento
en la que es necesario evaluar las capacidades del alumno con respecto a la
asignatura. Hasta ahora la calificación ha sido el método quizás más práctico,
y es esta “practicidad” la que se pone en cuestión, pues, según las críticas
aluden, se trata al estudiante como un “producto”.
Estos
han sido los puntos que, a mi modo de ver y según las fuentes que utilice y
otras que he consultado y descartado justamente por su reiteración en las
temáticas (y por ende no me serviría mucho para expandir más el problema), son
los más atacados por quienes critican el “sistema educativo”, y son sobre los
que me detendré a reflexionar.
Si
bien se puede estar de acuerdo o discernir con algunas de las críticas
mencionadas, no se puede dejar de encontrar ciertos errores implícitos en las
mismas. Pensemos, por ejemplo, en la primera, sobre la memorización. Hay
un error fundamental y es el de pensar que, porque podemos encontrar “toda la
información” en nuestro celular, no es necesario que memoricemos nada.
Descartando de antemano que un aprendizaje debe consistir puramente en la
memorización (lo cual también es erróneo), tampoco podemos ceder el monopolio
de la información a una entidad como internet. En este punto estoy de acuerdo
ciertamente con Josef Kraus, y es que, si llegamos al extremo de no retener
nada en la memoria, seremos vulnerables a cualquier tipo de información que
llegue a nuestros ojos (y hoy más que nunca somos sumamente proclives a
hacerlo).
Con
respecto a la estandarización del aprendizaje, pues, hay algunos puntos a favor
y otros en contras que se pueden señalar. Por un lado, vivimos en una sociedad,
y como individuos parte de ella hay cosas que no podemos pasar por alto.
“Estandarizar” no implica siempre “prefabricar” individuos iguales, sino,
teniendo en cuenta que somos parte de una sociedad, tengamos ciertos valores o
conocimientos comunes. Aunque ciertamente puede tener sus consecuencias
perjudiciales, como puede ser la de forzar conocimientos que aparten al individuo
de sus talentos natos y despojándolos de ellos. Pero esto podría darse en
ocasiones donde el joven haga horarios de doble jornada, “doble escolaridad” o,
en otras palabras, asista alrededor de ocho horas a la escuela, ya que por otra
parte la escolaridad simple de “media jornada” no tendría por qué privar el
resto del tiempo al joven de deliberar con actividades de su agrado (que
también siempre será relativo al ámbito social, económico y relacional del
joven).
La
idea de que “nos enseñan a obedecer” tiene un poco que ver con esto. El
libro “Organización Social” de Scott A. Greer puede aclarar completamente este
panorama. Sintéticamente diré que el autor propone que la sociedad esta
subdividida en muchos grupos sociales, pero los grupos sociales tienen ciertas
características que le son inherentes, a saber: están integrados por personas
en relaciones de interdependencia funcional; la interdependencia
funcional necesariamente desarrolla una corriente de comunicación común,
es decir, entendida por el grupo y quienes lo integran; la corriente de
comunicación conduce al ordenamiento consecuente de la conducta. Para el
autor es inherente a los grupos la condición de “control social”, ya que, sin
ella, el grupo no sería sostenible. Si esto es bueno o malo no es algo que este
en condiciones de afirmar. Lo único que me arriesgo a asegurar, es que lo que
explica Greer es completamente veraz. No hay duda alguna y resulta totalmente
lógico, y esto responde, justamente, al mundo social, y no es algo único de la
escuela. Si no vas a la escuela, créeme que también vas a encontrarte con
alguna otra institución que te obligue a actuar o comportarte de determinada
manera, por lo cual esta crítica me parece un tanto insensata (cuanto más un
subrayado de algo que es y no una crítica sobre la que se pueda realmente hacer
algo sin cambiar la sociedad en su amplio espectro) teniendo en cuenta que el
Estado funciona mejor en esto que la escuela.
¿Qué
cambiamos?
A
pesar de los errores en los que ciertamente incurren estas críticas que de
cierta forma pretendí repensar, no quiero con esto asegurar que el sistema
educativo es maravilloso. Hay mucho sobre lo que trabajar, y hay mucho que se
puede cambiar para hacer de la educación obligatoria una inversión que todo
joven disfrutaría realizar y no una “perdida de tiempo” como muchos jóvenes lo
sienten. Argentina, por ejemplo, tiene un amplio alcance a nivel general de la educación
pública, pero muchas veces la infraestructura y los programas educativos dejan
mucho qué desear. Y en otras regiones de América Latina pasa lo mismo, porque
la inequidad social y económica tiene a generar situaciones más favorables para
algunos chicos y menos para otros (hablamos de posibilidades y de herramientas como
las TIC, accesibles para algunos, pero aún inaccesibles para otros).
No
voy a agotar la temática en un simple ensayo para mi blog, porque es un vasto
universo y porque tampoco vengo a imponer categóricamente lo que se debe hacer
y lo que no se debe hacer dentro de lo que compete al sistema de la educación
en general. Tampoco pretendo repetir lo que “se piensa” que “se debería hacer”,
como aquellos que reiteran una vez tras otra que “todo el mundo debería saber
programar” porque Steve Jobs lo dijo. Que Steve Jobs diga que “todo el mundo
debería saber programar” es como que un granjero diga que todo el mundo debería
saber como sembrar y cosechar, o como que un cocinero diga que todo el mundo debe
saber cocinar… Y la necesidad de que se vanaglorie esta idea es por el mero
hecho de que hay un amplio mercado laboral con mucha demanda de programadores. Sí
me parece que todo el mundo tendría que tener, aunque sea, una noción básica de
qué es programar, esto para entender el mundo sumamente digitalizado que hoy
vivimos. Pero de ahí a decir que todos (¡todos!) tendrían que saber programar,
me parece algo absurdo (o más bien una frase marketinera del rubro para
conseguir adeptos).
Solo
hay una cosa, en mi opinión, que el sistema educativo debería cambiar: la
continuidad. La educación no debería ser pensada como una instancia por la
que deberías pasar una vez en tu vida o dos o tres para conseguir un mejor
título y un mejor trabajo. La educación, educarse, aprender, debe ser pensado
como un estilo de vida, como una manera de ampliar las capacidades de cada
individuo. Y no me refiero estrictamente a una educación continuada y regulada
por una institución, sino que las instituciones más primitivas, como lo son las
escuelas secundarias o primarias, estimulen esta idea de la “continuidad”, de
una formación constante, para que cada uno elija sobre qué seguir aprendiendo.
Pensar
la educación no es pensar cómo hacer individuos más capaces para trabajos
cualificados. Pensar la educación es pensar en quién queremos ser y en qué
queremos lograr y, al mismo tiempo, pensar qué queremos hacer del mundo en el que
vivimos. Y para entender porqué el sistema educativo funciona de tal o cuál
manera, primero hay que entender el mundo en el que vivimos.
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"La educación en respuesta de una necesidad".
[1] Casillas, J. M.: "Instituciones de gobierno en Esparta" (p. 31-45) y "La sociedad de Laconia" (p. 46-76), en La antigua Esparta. Madrid, Arco, 1997.
[2] Cambiano, G.: "Hacerse Hombre" (p. 101-138), en Vernant, J. - P. et all., El hombre griego. Alianza, 1995.
[3] Rodríguez Ruíz, A. B. (1-11-2010), "Evolución de la educación". Pedagogía Magna. Num.5.
[4] Funk, C. (1994): "The Committe on Public Information and the Mobilization of Public Opinion in the United States During World War I: the Effects on Education and Artists". En línea
"El sistema educativo, criticado".
[5] Guzmán V., C. (2005). Reformas educativas en América Latina: un análisis crítico. Revista Iberoamericana De Educación. Num. 36 (8) (p. 1-12.). En línea
[6] Gútierrez, C. (15-10-2018): "La niña tonta: Crítica al sistema educativo actual". Vanguardia. En línea
[7] Amorós, M. (23-01-2017): "Robert Swartz: "Los profesores me dicen: 'No sabía que mis alumnos tenían ideas geniales'" ". El Mundo. En línea
[8] Beltrán, D. (28-05-2017): "Un sistema educativo para memorizar". El país. Opinión. En línea
[9] Inedvitable. Blog: "Pequeña crítica al sistema educativo español" (2011). En línea
[10] Vídeo. "Cortometraje - Juicio crítica al sistema de Enseñanza actual" (2018). 00:05:33. En línea
[11] Vídeo. "¿Por qué el Sistema Educativo No Funciona? [OPINIÓN]" (2017). 00:14:19. En línea
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