Realidad y simulacro.
Organice usted un falso hold–up. Asegúrese
de que sus armas sean totalmente inofensivas y utilice un rehén cómplice a fin
de que ninguna vida sea puesta en peligro (pues de lo contrario acabará en la
cárcel). Exija un rescate y procure que la operación alcance la mayor
resonancia. En suma, intente que el asunto resulte «verdadero» para poder poner
a prueba la reacción del sistema ante un simulacro perfecto. No va usted a
lograrlo: su red de signos artificiales se liará inextrincablemente con
elementos reales (un policía disparará de verdad; un cliente del banco se
desvanecerá y morirá de un ataque cardíaco; puede que incluso le paguen el
rescate). (Baudrillard, J. Cultura y simulacro)
Sacada de este fragmento del texto de
Baudrillard parece una noticia del día 25 de diciembre del corriente año, en el
diario Página 12 (Argentina). Bajo el título “El suicidio más raro del
mundo”[1], se nos informa sobre el
caso de un hombre que, pretendiendo suicidarse, simula un robo a un banco con
un arma de juguete. Tras un episodio en la entrada del banco, llega un
patrullero, el presunto “ladrón” apunta al móvil y recibe dos disparos en el
abdomen, muriendo más tarde en el hospital producto de los disparos.
No nos cabe dudas de la analogía entre el
fragmento mencionado del filósofo y lo que la noticia mencionada nos describe. Baudrillard
nos habla de un mundo donde lo real y lo “simulado” tienen horizontes muy
difusos, casi inexistentes, confundiéndose así un estado con el otro. A esto
llama “Hiperrealidad”, el sistema de signos y significaciones en el que estamos
–en parte– inmersos, sistema cuya naturaleza parecería estar sometida “a priori
al desciframiento y a la orquestación ritual de los mass-media, que se
anticipan a su escenificación y a sus posibles consecuencias” (Baudrillard;
1978; p.46).
Creo que el acontecimiento debería
llenarnos, sino de tristeza, al menos sí de inquietud. Un hombre que decide
simular un robo armado porque quiere morir y sabe que así lo conseguirá (y de
hecho lo consigue) es un hombre que acepta que en determinada sociedad hay
ciertos mecanismos simbólicos operando, donde si uno va a asaltar un banco lo
más probable es acabe muerto, y no ser reducido por algún medio menos letal.
Supone que no hay manera de que el personal competente para tales operaciones
distinga entre un robo “simulado” y uno “real”. Y supone que detrás de un arma
hay un hombre asustado, que cuando se siente amenazado no dudará en utilizar el
arma.
Y a su vez esta realidad es
completamente “artificial”, lo cual no implica irrealidad, pero sí implica
simbolismo. Estos simbolismos son, por lo visto, completamente falsables, y
cuando nos brinda un atisbo de su funcionamiento interno vemos que no era más
que eso, símbolos, y vemos que lo que creemos real no lo es del todo, y es más
bien un escenario.
[1] Kollman,
R. (25-09-2020): “El suicidio más raro del mundo”. Página 12. Sociedad.
En línea: https://www.pagina12.com.ar/307791-el-suicidio-mas-raro-del-mundo
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